Este
es el remedio por excelencia, el más importante, es el principio. Dios es quien
ha provisto los otros 7 remedios naturales gratuitos, por eso nos llama y anima
a que confiemos en Él, obedeciendo las leyes que ha establecido en nuestro
cuerpo. La verdadera recuperación física empieza con una limpieza de nuestros
pensamientos y sentimientos. Todas las acciones buenas o malas que afectan
nuestra salud se originan en nuestra mente. Si continuamos deseando comidas pocas
o nada saludables y practicamos otros hábitos malsanos correremos el riesgo de
enfermarnos.
¿Cómo
tener esperanza y confianza en Dios? Por medio de la fe “la certeza de lo que
se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11: 1), podemos estar
seguros, creer que lo hará porque lo ha prometido.
El
primer y más importante paso: Venga a Cristo tal como está. Acéptelo como su
Salvador personal. “Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo
os haré descansar.” (S. Mateo 11:28.) Es su única esperanza. Ha cometido
errores, ha sido arrastrado por la tentación. Pero puede recurrir a la sangre
de Cristo para presentar a Dios, los méritos del Salvador crucificado y
resucitado como propios. De ese modo, mediante la ofrenda de sí mismo hecha por
Cristo, el inocente en lugar del culpable, se remueven todos los obstáculos y
el amor perdonador de Dios puede fluir en ricos raudales de misericordia en
favor del hombre caído. Venga a Él y pídale perdón por sus pecados del pasado,
recuerde “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:
17), incluso por los malos hábitos que destruyen su salud.
¿Cómo
lo hago? Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es
que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos
para recibirlo. La oración no baja a Dios hasta nosotros, antes bien nos eleva
a Él. Dice Jesús: “Todo cuanto pidiereis en la oración, creed que lo
recibisteis ya; y lo tendréis” (S. Marcos 11: 24.) Hay una condición en esta
promesa: que pidamos conforme a la voluntad de Dios. Pero es la voluntad de
Dios limpiarnos de pecado, hacernos hijos suyos y ponernos en actitud de vivir
una vida santa. De modo que podemos pedir a Dios estas bendiciones, creer que
las recibimos y agradecerle por haberlas recibido. Diga: “Lo creo; así es, no
porque lo sienta, sino porque Dios lo ha prometido.”
Segundo:
Establezca una vida de estudio de la Santa Biblia y de las enseñanzas del Señor
Jesús. ¡Si desea conocer al Salvador, estudie las Santas Escrituras! Dice
Jesús: “Ellas son las que dan testimonio de mí” (S. Juan 5: 39).
Tercero:
Desarrolle el hábito de pasar tiempo con Dios en oración como lo hace con un
buen amigo. Permita que Él conozca sus preocupaciones, luchas y gozos. Al
hacerlo, aprenderá a amarlo, a esperar y a confiar más en Él.
Cuarto:
Comparta la vida de Cristo y las ocho reglas de oro para la salud con otros. Al
compartir estas preciosas verdades y principios con otros ellos recibirán una
gran bendición y usted se sentirá satisfecho.
Y
finalmente: Nunca se dé por vencido. Toda victoria obtenida sobre las prácticas
que destruyen su salud, sumará años de calidad a su vida y gran felicidad.
Conságrese
a Dios todas las mañanas; haga de esto su primer trabajo. Sea su oración:
“Tómame ¡oh Señor! Como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies.
Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti”
Ahora
bien, ya que se ha consagrado a Jesús, no vuelva atrás, no se separe de Él, mas
todos los días diga: “Soy de Cristo; pertenezco a él”
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